jueves, 24 de septiembre de 2009

CRÓNICA DE UNA APERTURA


Barcelona, una tarde de verano de 2007.
Oscar y yo apuramos nuestros refrescos, sentados en una mesa de la cafetería de la Estación de Francia.


- Aquí puede haber algo-, me dice mientras me enseña unas fotos de satélite de una zona, según me cuenta, cercana a la Pica d'Estats. Entre el verde la vegetación, se adivina un trazo blanco de aguas espumosas. Convenimos en que hay que ir hasta allí a echarle un vistazo, pero cuando él se recupere de su operación de rodilla. Cambiamos de tema, y las fotos vuelven al interior de la carpeta negra que Oscar lleva bajo el brazo.

Finales de junio
de 2008. Las fotos salen de la carpeta. Oscar me propone una primera aproximación, de tanteo. Llevamos material por si acaso, pero la idea es simplemente echar un vistazo sobre el terreno a este barranco que según los mapas ya tiene nombre: Barranco de Sotllo. Este primer fin de semana nos acompañan tres amigos suyos, Marc, Bego y Úrsula.

El primer día remontamos el barranco por su izquierda
hidrográfica, acercándonos todo lo que podemos. El deshielo se muestra en toda su plenitud, el torrente ruge con fuerza, y el blanco de la espuma lo cubre todo. El barranco se presenta bastante abierto, pero nos emociona pensar que hemos encontrado un descenso de aguas vivas por abrir. Aunque... ¿realmente está por abrir? Nos hemos documentado antes. No hay referencia alguna al descenso de este barranco, pero las últimas cascadas son conocidas desde los 80 por los escaladores en hielo. Y se ven desde la pista que sube al valle. ¿Es posible que nadie haya reparado en la cascada superior, en sus posibilidades como descenso? Seguimos ascendiendo mientras nos hacemos todas estas preguntas. El barranco se estrecha, serpentea... y en lo alto, aparece la cascada que intuíamos desde abajo. ¡Como ruge! Le echamos unos cincuenta metros, más o menos. No puede haber mejor forma de empezar el descenso. No hay nada más arriba: sólo prados y pequeños resaltes. Oscar y yo nos equipamos y bajamos hasta la cabecera de la cascada. Miramos bien, y no hay instalaciones. Perfecto... Echamos un vistazo hacia abajo: sólo se ve espuma, y no parece viable un primer descenso en estas condiciones. Sin embargo, hay que dejar algo, la primera instalación, una marca. A la derecha hay un árbol. Desde él aseguro a Oscar, que desciende un poco e intenta clavar un primer spit. Tarda, le cuesta... y bajo a relevarle. Después de destrozar cinco casquillos y penetrar apenas dos centímetros, lo dejamos correr. La roca, alguna forma de gneiss, es demasiado dura y no se deja. Optamos por dejar la primera instalación en el árbol, y volver hasta el coche por el que será el camino de aproximación: el GR que lleva a la Pica d'Estats. Esa noche bivaqueamos bajo un manto de estrellas.Horas más tarde, con las primeras luces, la temperatura ya es elevada. Bien... y mal: cuando estamos listos y nos acercamos al cauce, comprobamos que baja más agua que el día anterior. Ah, el deshielo... Volvemos a remontar parcialmente el barranco, y apostamos por intentar entrar en el tramo inferior, echar un vistazo y equipar algo. Sólo es un tanteo... Accedemos a las últimas cascadas por un tramo abierto, Oscar se asegura y clava un spit en un saliente rocoso que también estaba vírgen. Montamos la cuerda, y allá voy. Desciendo este rápel, el primero que se baja en este barranco, y echo un vistazo: un remolino a la derecha, y espuma por todas partes. Dejo una cinta con anilla en un pino, a la izquierda. Está demasiado lejos de la cascada como para rapelar desde ella, pero serviría para asegurarme y llegar a la siguiente cabecera. De todas maneras, Oscar no va a bajar, así que me escapo trepando por la ladera y vuelvo arriba. El tanteo está hecho: el barranco no estaba equipado, lleva mucha agua y hemos dejado tres instalaciones.
 

Finales de julio de 2008. Esta vez sí, la idea es subir un par de días y hacer el trabajo. No hay taladro, así que debe hacerse manualmente. Nos acompañan Silvia y su perrita Kira. El sábado volvemos a remontar el barranco por su orilla: el caudal es alegre, pero considerablemente más bajo. Llegamos a un punto intermedio, abierto. Dejamos a Kira atada a un árbol y seguimos remontando. Mi idea era empezar a equipar desde el inicio e ir avanzando todo lo posible dentro de la primera jornada, para continuar durante una segunda si fuera necesario. Finalmente, no sé bien por qué, este primer día Oscar y yo nos vamos turnando y equipamos el tramo medio del barranco, saltándonos la gran cascada del inicio y llegando hasta donde la luz diurna nos deja.
 











 


Después de esta primera jornada de equipamiento, sorteamos los ataques de los mosquitos y dormimos lo que Kira nos permite en una cabaña de pastores que encontramos abierta. Al día siguiente, mientras Silvia y Kira se van a caminar, Oscar y yo decidimos empezar por el principio y ascendemos hasta la cabecera de la primera cascada. Tanteamos con el martillo y el burilador la roca de la orilla izquierda; está igual de dura que la del lado derecho. Nos planteamos que, aunque consigamos meter algo aquí arriba, a mitad de cascada es necesario reinstalar, y si la roca sigue estando tan dura podría ser un drama. Total... que lo dejamos correr, pensando en un futuro taladro. Bajamos por la ladera y desde un árbol, conseguimos rapelar a la base de la cascada. A partir de aquí, instalamos los resaltes que encontramos, y enlazamos con el tramo equipado el día anterior, lo que nos da un respiro. Sin embargo, más abajo volvemos a sacar el burilador. La roca no siempre es buena, pero se muestra más tratable que en la primera cascada. El agua no genera rebufos o remolinos esta vez, y tampoco gana profundidad en las pozas, pero empuja con fuerza y da problemas en algunos puntos. Queda todo equipado a único spit, excepto un par de pasos que montamos en naturales. ¿Lo damos por abierto? Nos queda la espina de la primera cascada, que sigue vírgen... Habrá que volver para bajarla, y a reequipar algún paso.

 









































 














Principios de octubre de 2008. El (mal) tiempo se nos echa encima, y hay que volver a acabar el trabajo: de lo contrario, quedará pendiente hasta el deshielo que viene. Oscar y yo subimos de nuevo a la Vallferrera, con unas temperaturas -y un caudal- notablemente más bajas. Dormimos en una cabaña distinta de la vez anterior, y a la mañana siguiente atacamos el barranco esperando que sea la última vez. De nuevo en la cabecera de la primera cascada... Finalmente no hemos conseguido un taladro, así que acabaremos la faena manualmente. Optamos por conservar la instalación de cabecera, situada en un árbol. Ahora, con menos caudal, se ven mejor las terrazas que forman la cascada, en las que podremos buscar la reinstalación con cierta comodidad. Oscar baja primero y cruza la vena hacia la izquierda. Se detiene tras 40 metros de rápel, y me uno a él. Clavamos dos spits, y preparamos la reunión intermedia. Continúo yo, y me descuelgo hasta unos siete metros del agua: la roca forma un embudo por el que se canaliza todo el caudal. Hoy puede bajarse por él, pero con más agua será imposible. Busco en la roca un lugar en el que clavar un spit que permita desviar el rápel y evitar el embudo, pero desisto después de dejar dos casquillos sin dientes. No hay manera con esta roca... Decido ir al grano, y bajo por el estrechamiento: el agua empuja un poco, pero no hay problema con estas condiciones. Oscar ocupa mi anterior posición, y se desplaza un poco. Finalmente, consigue clavar un spit y deja el desviador listo. En total, esta primera cascada mide unos 70 metros. A partir de aquí, vuelve a ser más de lo mismo: recorremos de nuevo los resaltes que ya conocemos, y equipamos un par de pasos por lugares distintos y más interesantes. El caudal viene a ser bajo, pero es más que suficiente. Sin embargo, el agua está helada y acabamos destemplados. Llegamos al final del descenso, que ahora sí puede darse por definitivamente abierto: hacemos cuentas y nos salen diecinueve rápeles de entre 5 y 40 metros, unos 600 metros de longitud y 255 de desnivel. Nos hemos ganado un plato de sopa caliente y una botella de vino en el refugio de Vallferrera.

A la mañana siguiente, nos levantamos con una temperatura ambiental de 3ºC a las nueve de la mañana. Es hora de dejar el valle, y este descenso, hasta el año que viene. Porque sabemos que hay que volver, esta vez con un taladro, para equiparlo en condiciones...


2 comentarios:

bannanas dijo...

Ole, muy guapo.Enhorabuena.

dardo dijo...

enhorabuena chavales, muy guapo parece el descenso y un 10 por la narracion ( leyendolo parecia que lo iba vajando con vosotros, jejeje). me lo dejo en tareas pendientes por es uno que intentare no tardar en hacer.
buenos y felices barrancos.

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